Vivimos en tiempos de alegría para los etnomusicólogos,
pero, hay que cambiar la imagen mental que tenemos de esta dura profesión.
Cuando imaginamos a un etnomusicólogo, generalmente,
imaginamos a un señor occidental conviviendo con una tribu, (de donde sea, pero
tribu), grabando sus músicas y luego tratando de transcribirlas a nuestro
encorsetado e imperfecto código de representación sonora, de manera muy
cerebral, enclaustrado en su tipi, dulce tipi.
Pero no... esto era hace cien años, o cuarenta, o veinte...
Hoy se trata de otra cosa, aunque también la imagen antes
mencionada es muy real, hoy en día tu y yo podemos ser etnomusicólogos sin
salir de casa.
Si analizamos el término, según el diccionario, “etno”
significa:
“Elemento prefijal que entra en la formación de palabras con el significado de “pueblo” o “raza humana””.
Y “musicología”:
“Estudio científico de la
teoría y de la historia de la música”.
Por lo tanto entendemos que un etnomusicólogo es: Una persona que estudia científicamente la
teoría y la historia de la música realizada por “el pueblo” (humanos).
De acuerdo a esta definición, un etnomusicólogo
puede estudiar aquello que le venga en gana siempre que esté hecho por el
pueblo y tenga elementos musicales. Por ejemplo: los toques de flauta de los
afiladores de tu comarca, los grupos de punk de tu localidad, o aquello tan
“extraño” que cantan las viejas en las fiestas de la virgen de “nosequé”.
Entonces la imagen del etnomusicólogo cambia (tanto,
que se destruye a si misma), pues tras asumir esta definición, no hay manera de
encontrarle un estereotipo. Puede ser el de la tribu, un señor en traje de
chaqueta, un chico de pelo largo, una chica “skin”, o tu abuelo en bicicleta.
Y este rollo ¿por que?
Simplemente, ¡Oh!, estudiante de Grado Superior
que vas muy mareado pegando bandazos como un pollo sin cabeza buscando el tema
de tu trabajo de fin de carrera, o de tu tesis de fin de master: No te ralles la cabeza. No hace falta irte a Bali a estudiar
los gamelanes, ni a Cerdeña a diferenciar Canto
a Tenore. Te basta con ir a los locales de ensayo de los grupos de tu
pueblo, al archivo de tu banda, a las viejas que cantan en las tardes de
verano, a que el sacristán te explique las particularidades de los toques de
campana de la zona, a cualquier cosa que suene, cerca de casa.
Tu investigación será mejor, más barata,
original, si se publica alumbrará a otros investigadores de temas pequeños que
tengan relación (y te lo agradecerán) , será un trabajo que, aunque haya pocos,
será importante...
Pero... siempre hay un pero... Te será difícil
encontrar un tutor, muy poca gente se quiere mojar en temas pequeños (y si
recordamos que a los directores de trabajos científicos hechos por estudiantes
no les pagan, pues menos). Estos temas no dan prestigio, pero son necesarios.
Necesitamos más investigaciones de lo que yo
llamo “Etnomusicología Urbana de Pueblo”. Somos pocos, pero esto mola cada vez
más. Únete, ¡¡te picarás!!
Enrique Hernández Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario