Sábado 2 de Julio, dentro de los actos de la “XIV Bienal deMúsica de Buñol”. El primer concierto de dicho festival, al que las vicisitudes
de la vida nos han dejado tiempo para asistir como La Pluma de Bach.
Por ser la primera crónica nos gustaría dejar claro en que
van a consistir estos artículos, para que nadie pueda caer en equívocos.
Simplemente escribiremos sobre lo que vimos. ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? Desde el
punto de vista y la opinión personal del escritor.
Dicho esto comenzamos con las crónicas de la “XIV Bienal de
Música de Buñol” con el espectáculo ofrecido por: La Maravilla Gypsy Band.
En la promo ponía que el formato de la actuación sería en
forma de pasacalle festivo, y así fue. Comenzó en la Plaza 5 de Mayo, para
deleite de las repletas terrazas de bares y cafeterías, y allí arrancó el
espectáculo.
Un grupo compuesto por un trombón y un bombardino, una
trompeta, un acordeón, un sopranino, dos percusionistas (uno con una darbouka y
el otro con un set colgado a los hombros, con parches, pandereta, cencerro, y un platillo,
además de un collar de perro invisible).
El repertorio estaba compuesto de temas con un fuerte
carácter balcánico, pero a su vez hermanado con giros y constructos muy
andaluces, y otras fusiones muy locas, pero casables. Una mezcla muy elegante y atronadora, hermanando tradiciones, añadiendo toques
klezmer, y con un background percusionístico elaborado, charanguero bien hecho, en estilo, y muy currado.
Entre tema y tema, megáfono en mano, algunos integrantes del
grupo explicaban (siempre desde el humor) lo que estaban haciendo, y
desarrollaban simpáticos sketches, interactuando con el público a pie de calle,
o bien con las personas que veían el espectáculo desde los balcones de sus
casas.
La banda se mueve hacia la Plaza del Pueblo, parando en la
Plaza de Layana, continuando con el alegre y elaborado repertorio y con las bombas
humorísticas que estos solventísimos músicos han preparado.
El concierto termina en la puerta de la iglesia, tras unos
temas, entre ellos el clásico judío "Hava Nagila" y un sketch con el perro invisible, con el conocido tema de Goran
Bregovich, “Kalashnikov”.
La calidad del grupo es innegable, muy buenos músicos, con
un protagonismo claro de la trompeta, aunque todos tenían sus solos y sus
momentos. Registros cómodos y solos guapos. A nivel sonoro se perdían algunas
cosas cuando tocaban todos juntos, por ejemplo el sopranino y el acordeón, pero
esto es algo inevitable en conciertos acústicos callejeros, también depende
desde donde lo escuches se percibe de una manera u otra.
El evento contó con bastante público, cambiante en algunos
casos, y fiel en otros, ambos entregados en los momentos de complicidad y respuesta, pero en definitiva, el acto estuvo muy bien, muy
divertido, profesional, técnicamente sin carencias. Música bien hecha, con
fusiones elaboradas (cuando piensas que lo has visto todo y hacen balkan-disco-fussion
así por las buenas), y tremendamente sorprendentes.
Ya no solo fue el sonido, sino también las coreografías, ropas, cuadros,
barbas, pelos, sombreros… todo muy cuidado para realizar un espectáculo de
calidad en todos los aspectos.
Y así acaba la primera crónica de este festival.
Sinceramente, decir que en La Pluma de Bach nos prometimos hacer estos
artículos objetivamente, y decir lo que haya que decir, para bien o para mal,
pero, en este caso ha sido fácil, porque el concierto-evento-pasacalles ha sido
muy bueno, en mi opinión, y así he tratado de reflejarlo. Un grupo que vale la
pena. Sin duda.
Enrique Hernández
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