28 de mayo de 2016

Ley Anti-Tabaco y Música en Directo (Opinión)



  
  
3 Puntos de reflexión:

     Cuando se aprueban leyes, imagino que se escaparán pequeños detalles o consecuencias no contempladas a priori, que, con el paso del tiempo, se mostrarán claramente (una vez el mal esté hecho y la ley asumida). En este caso, a aquellos que actuamos en directo y vamos en calidad de público a ver todo tipo de actuaciones, en el ámbito de la música popular  a nivel de pubs y salas de conciertos, nos ha golpeado muy duro.

     Simplemente en este breve artículo, trataré de desarrollar unos puntos que vilipendian el trabajo del artista, y empobrecen el enriquecimiento estético y cultural del público asistente, y ya de paso molestar a los vecinos y poner tenso al dueño del pub cuando alguien intenta fumar "de estrangis".

     El primer punto es el olor:

     Cuando se fuma en un concierto en un recinto cerrado huele, sobre todo, a tabaco. A los fumadores no les suele importar, a algunos no fumadores tampoco, y luego la ropa huele a tabaco también y hay que echarla a lavar (cosa que se suele hacer después de ir a un concierto)[1].

     Cuando no se fuma en un concierto huele a humanidad, la gente baila y suda, y eso huele. Se pone de manifiesto también y se acentúan en la sensorialidad común los efluvios de aquellas personas que mantienen una higiene al límite, que no son pocos… vamos, que la gente que huele más o se lava poco, al menear el bullarengue, comparten su aroma con todos los que se encuentren en la sala. El sobaquismo cala con fuerza mientras el tiempo pasa inexorablemente.

     Este flavour humano se ve trufado ocasionalmente con todo tipo de flatulencias y ventosidades (potenciadas por la ingesta desmesurada de bebidas alcohólicas en contraste con una cena de comida rápida), que antes el olor a tabaco ocultaba evitando su degustación en diversos niveles por los círculos de expansión de tan interesante aroma, en el medio de los cuales se ha dado libertad a tan natural acto de desinflamiento. 

     Y ya con las horas, ese toquecito de olor a pies sudados, que escapa de las zapatillas y calcetines, que ya hace rato derribaron esos muros de contención. El olor genital ya se hace notar en el tiempo de afterhours.


     El stress de algunos músicos fumadores, que repercute negativamente en la interpretación sería el segundo punto:

     Tampoco es un argumento demoledor, pero bien es cierto que hay músicos o cantantes que fuman, y fuman mucho, y fuman en los ensayos (mientras "los puritanos" les dejen), se encuentran con que en el momento de actuar, de mostrar el esfuerzo, de hacer arte, no pueden estar lo a gusto que quisieran porque la ley les impide fumarse un cigarro. Ya no puedes hacerte la pose del cigarrito, y esperas que acabe el invierno para poder tocar al aire libre cuando llegue el buen tiempo.



     Por otro lado, y como tercer y último punto están las saliditas a la puerta fumar:

     Si algún fumador no está en el “concierto de su vida”, tras la primera media hora siempre hay un corroído de la nicotina que dice “¿Salimos a fumar?”. Salvo fanáticos extremos del grupo que está tocando, todos los fumadores saldrán a la puerta en comandita, con algún colega no fumador para hacerles compañía.

     Pasan los temas y , aunque el pretexto del cigarrito es “un tema y entramos”, todos sabemos que esto es trola… La “charreta”, el típico que se enciende un cigarro cuando todos han acabado y hay que esperarle a que se eche “un par de caladas”, una conversación interesante con otros fumadores… vamos, que te pierdes un buen cacho del concierto, y cuando vuelves a entrar has perdido toda la motivación, y la enganchada que te hubiera podido pegar el grupo, la has perdido.



     ¿Quién gana con esto? El arte y la cultura desde luego no… solo unos puritanos que perjudican a veces a artistas, otras posible público futuro, y otras a los dos. Sin olvidar a los vecinos que preferían a la gente fumando en un bar insonorizado a las tantas de la mañana, que tener una tropa de “fumetas” debajo de su ventana hablando a gritos.

Yo lo veo así. 

Enrique Hernández



[1] El argumento de que la ropa se impregna de olor a tabaco y hay que lavarla es muy endeble, ya que habría que ser muy valiente para pegarse una sudada en un concierto, con la fiesta de antes o después, rebozarse con seres humanos sudando, y luego no lavar la ropa.

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