Manouche à Trois es un grupo
como los hay pocos. Jazz gitano, manouche,
al estilo guitarrístico del incomparable Django Reinhardt, a dos guitarras y
una voz. Su repertorio es extremadamente variado: desde clásicos del estilo a
adaptaciones de temas de varias épocas llevadas a este terreno gypsy jazz. El concierto tuvo lugar en
Buñol, en la cervecería The News, el
sábado 29 de Octubre de 2016 a las 20.30h.
Los guitarristas Jorge Riera y
Paul Candau demostraron una sólida técnica y un buen gusto sublime, tanto al
solo como al acompañamiento (y sin perder la sonrisa pese a las circunstancias)
con sus dos guitarras españolas amplificadas. A la voz encontramos a Beatriu
Flor d´Estiu, con una voz aguda pero afinadísima, en un estilo, si se me
permite la forzada comparativa, en algunos casos, recordando a Betty Boop, pero
a lo manouche, con una expresión
deliciosa y un imparable e incesante baile en cada tema, que acompañaba
totalmente a la música con muchísima gracia, interactuando con el público,
pero, sabiendo en determinadas canciones, retrotraerse a lo íntimo, como por
ejemplo en la famosísima “Bésame Mucho” de Consuelo Velázquez.
El repertorio fue una pasada:
extremadamente original por ejemplo la versión de “Basket Case”, de Green Day,
que sorprendería al propio Billy Joe por
su gracia y calidad, o el archiconocido tema "Baby One More Time”,
popularizada por la venida a menos Britney Spears. Estos temas, sorpresivos,
hicieron las delicias del público que hacía caso a la actuación.
El “Dancing with myself” de Billy
Idol despertó la curiosidad de parte de una audiencia alejada, que durante unos
instantes permaneció enganchada con las notas de “Poupée de Circ” de la vetusta,
pero a la vez de brutal actualidad, France Gall.
"These Boots are Made for Walking" (Nancy Sinatra Cover)
La copla tuvo cabida en este
espectáculo gypsy jazz, y se agitó el
imaginario popular español interpretando una versión divertidísima de “Estando
Contigo”, esa simpática canción que cantaba Marisol. La “Sortija de Oro” que
todos llevamos en la mente (presumiblemente) en la versión de Antoñita Moreno,
mutada al estilo y buen hacer de estos tres grandes músicos, alegró el momento
de mucho público asistente, por su estilo fresco, sano y bien interpretado.
Pudimos también escuchar la “mojoworkiniana” voz de Jorge Riera (para
sorpresa de muchos) en su interpretación del tema “I Can´t Believe” de Jimmy McHugh.
Y también el arte y humor de Pau y Beatriu bailando un precioso, amoroso, y gypsy, vals.
Las citadas circunstancias:
El ambiente ya no fue
sobresaliente… el local estaba prácticamente lleno, pero poca gente hacía caso
al concierto más allá de considerarlo música de ambiente. Podría, para muchos,
haber sido un gramófono o tocadiscos, ya que se encontraban en total libertad para
estar conversando, no bajito precisamente, generando un background parlato muy molesto para aquellos que queríamos
escuchar, y más molesto aún, imagino, para los músicos, ya que en mi propia
experiencia me molesta mucho estar actuando y escuchar más el sonido del “respetable” que la propia esencia de la actuación.
Parecía la famosa escena de “Olvidar
Mozart” de Miloslav Luther (no Milos Forman, ¿eh?), donde está Wolfang al piano
con un cuarteto de cuerda en una recepción del obispo y nadie hace caso a la
música, plasmando una estampa de decadencia y de total falta de respeto al
trabajo de los artistas. La diferencia es que Mozart se enfada, los insulta
merecidamente, y lo tiran de la sala previo palizón de los subalternos.
A esto habría que sumar que la
distribución del local no es ni de lejos la adecuada para realizar conciertos
de ningún tipo, ya que las murallas de madera que salen de la pared solo
permiten ver el concierto de cerca, debido al efecto pasillo que se genera, la castración visual, y el efecto de lejanía
que produce…
Si alguien se sitúa en este
pasillo tapa la visión a todo el bar, por lo que ver, lo que se dice ver, lo
vio poca gente, y si no se ve la música en directo, la sensación es de disco
ambiente, y puedo entender que la mayor parte del público tuviera esa
sensación, y fuera a su bola, pasando del concierto.
Debido a la situación, mucha
gente, entre la que nos encontramos mis amigos y yo, salimos a la calle en
ocasiones debido a esto, me molesta mucho la actitud “obispal” hacia los
músicos, que demostraron tener una educación y aguante mucho mayor que la mala
educación y el desinterés del público. Demostraron gran profesionalidad y ganaron
merecidísimamente su caché, pero a ese alto precio de autoestima artística de
tocar en un local lleno y que te hagan caso solo unos pocos.
Para poder disfrutar del
concierto y poder hablar de él en condiciones tuve que sentarme en una banqueta
dentro de la “prisión de madera”, a un metro escaso de la cantante, y ahí
disfruté de la magia, técnica, buen hacer, humor y buen gusto de estos tres
músicos, aunque hubiera preferido que lo disfrutara todo el mundo, no los ocho
que sobrepasamos ese muro maderero, esa inútil frontera, ese delimitador de
arte.
Para concluir diré que el
concierto fue magistral: Técnica, arte, buen gusto, buen repertorio,
originalidad, humor, y pasión por lo que se hace.
Por otra parte, ni el lugar ni la
mayoría del público estuvieron a la altura, en mi opinión.
Y ¿Qué es una crítica de un
concierto si no una opinión?
Enrique Hernández. Buñol. 3 de Noviembre de 2016.
No hay comentarios:
Publicar un comentario